El niño es, por naturaleza, asombrado, contemplativo.
Es este asombro, el que le lleva a conocer de “motu propio” el mundo que le rodea. Tan solo tenemos, como padre/educador, que acompañarle/guiarle. Cualquier método de educación, que quiera sustituir al asombro espontáneo y natural (apoyándose en estímulos meramente externos, o en automatismos), anulará esta capacidad de asombro, tan necesaria para que el niño se convierta en un adulto responsable, capaz de automotivación, capaz de ilusión, etc.
Actualmente, las herramientas de educación disponibles, no contemplan esta realidad.
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